Como suele suceder siempre, sobre fin de año se escuchan reflexiones acerca del último tramo del 2021, del cansancio acumulado y la sensación de que en realidad “estamos por cerrar casi dos años en lugar de uno”.
Es difícil no coincidir con esa apreciación; casi todos experimentamos cansancio y agotamiento de mucho tiempo de pruebas y pérdidas variadas. Una suma de imposibilidades, frustraciones y mucho que no quisiéramos siquiera recordar.
Sin embargo, como grafica el dibujo (¿Medio vaso vacío o medio vaso lleno?), cambiando la mirada podríamos intentar valorar aquello que podemos rescatar.
Aún en las peores condiciones ‒y cito a Víctor Frankl (‘El hombre en busca del sentido’)‒ “nuestra mayor libertad es la libertad de elegir nuestra actitud”. Como así también: “Las decisiones, no las condiciones, determinan quiénes somos”.
Desde este lugar, me gustaría enfocarme en lo que hayamos podido aprender, y lo aprendido en su mayoría tiene que ver con lo vivido.
Una de ellas es la evidencia de nuestra propia fragilidad, que nos lleva a ser más prudentes e inteligentes, sacando provecho de cada momento que dispongamos cerca de lo que verdaderamente valoramos. En su mayoría son cosas pequeñas: charlas, afectos, vínculos, instantes. Lo grande perdura en lo pequeño.
También, sentir el impacto y la certeza de la necesidad del otro, ya que no podemos nada solos. Desde aquello que podemos hacer por los demás, como la libertad de dejarnos querer y ayudar si es necesario.
En síntesis, una existencia más humana y centrada en las personas que en las cosas. Cada pérdida que sufrimos (y nadie estuvo exento) nos seguirá recordando esta fragilidad y necesidad de los demás.
El aprendizaje no se concreta por conocer más sino fundamentalmente por ser capaces de apreciar de manera diferente la realidad que nos rodea. Esto radica sobre todo en cambiar nuestras creencias y percepciones.
Ante un año que se presenta difícil, arduo, poner el foco en estas cosas puede darle otro sentido. Habrá dificultades pero también oportunidades de rescatar el sentido de lo que hacemos, el “por qué” de nuestros empeños.
Para cerrar, cito al mismo autor “Cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”.
Menuda tarea si para lo que encaremos y ante los obstáculos, fuéramos capaces de mirar hacia adentro y trabajar en nuestra mejora personal.
¡Por un año con sentido pleno para cada uno y cada una!
Fernando Preumayr, líder de Factor Humano en Tambo